En las partes anteriores (Cómo organizarte para escribir tu primera novela I y Cómo organizarte para escribir tu primera novela II) repasamos qué hacer antes y durante el proceso de escritura. Ahora veremos qué hacer inmediatamente después.
Paso tercero: revisiones
Revisar es importantísimo, pues solo así podemos verificar que lo que en su momento nos pareció una buena idea continua siéndolo. De hecho, lo más recomendable es releer cada capítulo una vez terminado, a ser posible unos días después. De esta forma, cualquier error en el argumento o en los personajes no se habrá multiplicado y extendido por el resto del libro.
Una vez hayamos dado el visto bueno al último capítulo, comienza la primera fase de revisión, la fase Alfa. Tomémonos una semana de descanso para distanciarnos emocionalmente de la novela, despejarnos y reciclar nuestras ideas, así estaremos seguros de que lo que hemos escrito nos parezca acertado independientemente del momento o del estado mental en el que estuviésemos al escribirlo. Después releeremos el libro entero, apuntando cada cosa que consideremos necesario cambiar (desde comas mal puestas o faltas de ortografía hasta cambios o ajustes en el argumento) y, al terminar, efectuaremos los cambios. Una vez hecho esto, volveremos a releerlo y apuntaremos de nuevo las cosas que debamos corregir, que serán cada vez menos y de menor importancia. Repetido el proceso, la revisaremos una tercera vez, asegurándonos de corregir en el momento los fallos que se nos hayan escapado, que los habrá.
Tenemos que tener a mano todos los esquemas, tablas y líneas cronológicas o argumentales que habíamos utilizado para comprobar que no cometemos ninguna incongruencia. La coherencia dentro del argumento, en la personalidad y acciones de los personajes y en la línea cronológica es vital, y los fallos y despistes en ella pueden arruinar un argumento grandioso.
Finalizada la fase Alfa, ya puedes decir a tus familiares y amigos que el libro está terminado e invitarles a hacer una lectura crítica en rigurosa primicia. A cambio, claro está, de que nos den su opinión sobre ella. Ellos serán los protagonistas de la fase Beta.
Los correctores de la fase Beta no serán tan exhaustivos como lo seríamos nosotros, pero a cambio nos ofrecerán una perspectiva diferente, fresca y nueva del libro. Por regla general se limitarán a dar una opinión general, señalando algunas partes que consideren más flojas o que no funcionen, y en el mejor de los casos harán algunas anotaciones puntuales. Tampoco se les puede pedir más, pues seguramente no sean profesionales ni reciban un pago por ello, por lo que hay que agradecerles cualquier cosa que nos den.
Intentaremos que los correctores sean de distinta edad, sexo, nivel intelectual, etc, pero buscando incidir más en el público objetivo de nuestro libro. Si hemos escrito una novela juvenil, cuantos más adolescentes tengamos entre los correctores, mejor. Existe la opción de contratar un corrector profesional, pero incluso en este caso no debemos renunciar a los "correctores amateur" o de andar por casa, pues su visión será la más cercana a la de nuestros futuros lectores.
Una vez hayas recibido las valoraciones de todos tus correctores Beta, compílalas y valora cada una de ellas. No es lo mismo una falta de ortografía o un error gramatical que una opinión sobre un personaje (v. g. "Tal personaje no me gusta, es muy simplón"). No vas a contentar a todos, y no lo pretendes, pero reiteradas críticas sobre un mismo elemento pueden indicar una carencia que se nos escapó en la fase Alfa y que hay que corregir. Por eso hay que valorar las críticas en conjunto, y tener siempre en cuenta quién ha hecho cada una. En el ejemplo de la novela juvenil, no puede tener el mismo peso la opinión de tu sobrina, de quince años, que la de tu madre, de sesenta y siete.
Una vez hayamos hecho las modificaciones pertinentes al libro podremos decir que está terminado y listo para enviar a la editorial. Sin embargo, una última lectura garantizará que tu obra está tal y como quieres que esté. Pocas sensaciones hay que desanimen más a un escritor que acaba de publicar que tener en sus manos la edición impresa de su libro y, en ese momento, darse cuenta de un error.
La editorial, en caso de no optar por la autopublicación, puede realizar sus propias sugerencias y correcciones sobre tu libro (estaríamos en la fase Gamma), y tendríamos que valorarlas en función de lo que consideremos adecuado. Las editoriales suelen atender a criterios comerciales, por lo que sus sugerencias pueden entrar en conflicto con la esencia de nuestra obra. En ese caso se nos puede plantear una disyuntiva: modificarlo y publicar con la editorial o mantener el libro tal cual y buscar otra opción. Yo recomiendo que siempre optemos por la segunda y recordemos que grandes éxitos como El Señor de los Anillos fueron rechazados muchas veces antes de encontrar una editorial dispuesta a publicarlo. De todas formas no siempre es así, y los editores son profesionales muy cualificados y con experiencia en la corrección de manuscritos: cualquier recomendación suya es merecedora de toda nuestra atención.
Y, por fin, habéis completado vuestra primera novela. ¿No os apetece empezar la siguiente?
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