En la primera parte (Cómo organizarte para escribir tu primera novela) nos preparamos para iniciar el proceso de escritura. En esta segunda parte abordaremos la organización durante la misma.
Paso segundo: constancia
Una vez tengas todo el material previo preparado y a mano ha llegado el momento de sentarse a escribir. Hacerlo con una novela es muy distinto a hacerlo con un relato corto. El tiempo que empleas es muy superior y pasas por estados de ánimo muy diferentes, por lo que se hace vital hacer de la escritura un hábito.
Escoge un lugar y un momento del día que sea tranquilo, con pocas o ninguna posibilidad de ser interrumpido (si es necesario avisa a tus familiares, conocidos y compañeros de trabajo para que eviten esas horas en la medida de lo posible). Elimina cualquier otra distracción de tu entorno y oblígate a ti mismo a escribir dentro de una franja horaria predeterminada o bien a alcanzar cierto número de hojas. Da igual que no lo cumplas, lo importante es que todos los días asignados para escribir escribas algo. En mi caso concreto me obligué a terminar una página por día. Había días que escribía tres y otros que apenas llegaba a unas pocas lineas, pero daba igual, siempre me sentaba a intentarlo, de forma que el escribir la novela se convirtiese para mi en un hábito.
Si quieres puedes escribir con música. Usa una lista de reproducción adecuada al tipo de libro que estés escribiendo, con la que te sientas cómodo. Es importante que no te distraiga, por lo que deberías ponerla en un volumen relativamente bajo y no tendría que tener letra. Cualquier canción con letra te va a distraer mil veces más que su equivalente instrumental, y distraerte es lo último que necesitas.
De todas formas, el asunto de la música es algo muy personal. Hay quien no puede concentrarse con ningún tipo de sonido y otros que escriben muy bien con Heavy Metal. Sed muy cuidadosos a la hora de escoger, puesto que no afectará únicamente a vuestra forma de escribir, sino que también impregnará vuestro trabajo. Una alternativa a la música, que simula el barullo de fondo de una cafetería, es Coffitivity.
Una vez hayas comenzado a escribir satisfactoriamente, ponte objetivos. Es la forma de no perderte y de recordarte que lo que estás haciendo tiene que terminarse algún día. Plantea una fecha de finalización para la novela (antes del verano, por ejemplo), y una para cada capítulo (una semana, por poner otro ejemplo). Sé inflexible, aunque te las saltes. Si vas con retraso tendrás instintivamente la impresión de urgencia y tratarás de terminarla invirtiendo más esfuerzo en ella. Eso sí, se prudente. No te planteés objetivos imposibles que no puedas cumplir y acaben desanimándote, ni tampoco te des de plazo cinco años para una novela de cien páginas, pues no sentirás presión alguna. En este caso, en el término medio está la virtud, pero solo tú puedes saber cual es ese punto.
No te desesperes si resulta que un día no escribes más que unas lineas y al siguiente te das cuenta de que no valen nada. Tu libro no es un trabajo, sino una obra de arte. Es mejor borrar ahora esas lineas, dedicarle más tiempo y que quede bien, a seguir adelante y terminar antes pero con esa parte mal hecha. Recuerda que la fuerza de una cadena se mide por la resistencia de su eslabón más débil.
Por último, guarda constantemente tu trabajo. No solo me refiero al botón de guardar de Word, que es imprescindible (o el comando Control + G, para los más impacientes), sino que dupliques tu trabajo en varios soportes. Cualquier servicio de almacenamiento virtual, como Google Drive o Dropbox te permitirá tener a buen recaudo tu libro (sin perder privacidad), y si te roban el ordenador o el disco duro falla, no te quedarás sin él. Al fin y al cabo nunca es bueno poner todos los huevos en la misma cesta. Yo recomiendo guardar en Word cada poco tiempo y sincronizar con la nube una vez al día, al terminar de escribir.
Para los tradicionales que todavía tiren de papel y boli, sacad vuestro móvil y hacedle fotos a los manuscritos. No hace falta que salga una foto profesional, con que se lea lo que está escrito es suficiente. Otra opción más cara son las fotocopias, así los más desconfiados no tendrían su manuscrito en su disco duro ni en la memoria del teléfono, a mano de cualquier hacker interesado en nuestra obra. Lo importante es tener un respaldo.
Para los tradicionales que todavía tiren de papel y boli, sacad vuestro móvil y hacedle fotos a los manuscritos. No hace falta que salga una foto profesional, con que se lea lo que está escrito es suficiente. Otra opción más cara son las fotocopias, así los más desconfiados no tendrían su manuscrito en su disco duro ni en la memoria del teléfono, a mano de cualquier hacker interesado en nuestra obra. Lo importante es tener un respaldo.
Y ahora que ya habéis puesto el punto y final a vuestro manuscrito, henchidos de orgullo os decís a vosotros mismos que ya habéis terminado, ¿verdad? ¡Para nada! Ahora toca lo más divertido: la revisión.
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